Soy Paola González Olea – siempre hay que mantener el apellido de la madre –. Tengo 33 años, soy artista digital independiente y tengo una empresa que se llama Brillo Colectivo con la que cumplimos dos años. Yo me dedico a la parte creativa, diseño de experiencia enfocado en museos. Legalmente soy la diseñadora, pero quien se enfoca más en el arte es Javier, mi compañero, y yo más que producir me enfoco en las modificaciones, soy del punto más crítico. Me dedico mucho más a hacer códigos y cuando me queda un poco de tiempo hago otras cosas visuales.
Justo hice la bitácora unos días antes del 18 de septiembre, así que tuve algunas pausas. Como en las instrucciones decía “Escribe lo más significativo o importante para ti”, no puse todo lo que hice en el día. Escribí de algunos proyectos y ahí me di cuenta de “Oh, es importante este proyecto y no el otro”. También registré tiempos de
ocio, cuando ya estaba muy cansada entre once y doce me dedicaba full a eso, y luego en la tarde ya volvía a hacer cosas. Al final del día era nuevamente otro ocio. Con el ejercicio me di cuenta de los momentos de trabajo en los que estoy más enfocada y en los que no, porque se repetían los horarios y eso generaba ciertos patrones. En la mañana –por ejemplo– mucho trabajo. Me pasó que mi socio Javier, se fue a Barcelona justo cuando hicimos la empresa. Entonces por diferencia de horario siempre partíamos a la una y media de acá, y a las cuatro y media de allá. Aunque llegó ya de vuelta, para mí todavía esa es una hora de trabajo efectivo. Tengo ese reloj que funciona con un descanso al medio día.
También me di cuenta que necesito consumir mucho video porque me saturo. Antes cuando trabajaba no me pasaba tanto, pero ahora de independiente son tantas cosas como hablar con clientes, hacer informes, hacer presentaciones y contabilidad… Es mucho. Y necesito un descanso para ver otras cosas. Entonces uno se vuelve mucho más eficiente al decir: “Ya, tengo cuatro horas para ver esto, otra para elaborar lo otro porque si no, si me dedico cuatro horas a algo no me da”. Por ejemplo, trabajo a dos pantallas, en un lado haciendo el informe y en la otra haciendo otras cosas. Eso me cansa mucho y en un momento es como “Paren, paren, necesito ocio y videojuegos”. Son unas idioteces, pero es como otra cosa que no tiene el mismo nivel de concentración. También coloco mucho series o películas en la segunda pantalla, es como que te hablan. Siempre tengo que tener algo secundario andando.
Este sistema con horarios definidos había pasado desapercibido para mí. Cuando tengo muchas cosas pongo un video. Mi papá siempre llega – vivo con él – y me pregunta: “¿Qué estás viendo?”. Yo le respondo “No, no, tú no entiendes” y es porque, puedo decirlo, veo videos de Minecraft. Mi hermana también me dice: “Ay Paola, las tonteras que ves”. Pero no importa porque me sirven para que la mente baje y pueda mantenerme enfocada.
Soy complicada con los espacios porque hay lugares en los que puedo trabajar y otros que no. Para mí es importante que nadie me moleste porque me mata la inspiración. También tengo un tema con los ruidos, la luz y la cantidad de personas que hay. Por ejemplo, tengo el brillo de la pantalla a un 30% porque me molesta. Y cuando hay mucho ruido me da jaqueca y me saturo mal. O cuando hay muchas personas, uff… Entonces, ¿cómo me concentro? En un espacio vacío y si no puedo, uso audífonos con cancelación de ruido. Son mi salvación, con eso ya soy feliz. Antes estaba en un co-work y era imposible para mí concentrarme, pasaba gente y me distraía todo el tiempo. Debe ser un déficit atencional o algo así. Cuando todos se iban a las siete u ocho, me quedaba y avanzaba.
Si comparara la semana que registré con una semana de hace diez años atrás creo que hoy tengo más ocio que antes. Siempre hay algún ciclo que se repite. Yo soy busquilla, cuando no sé algo investigo siempre. Y si no encuentro respuesta, pregunto, pido ayuda. Hay personas que cuando no saben algo se quedan así, yo no. Voy a todas partes. Y pienso que eso se ha mantenido en el tiempo, si tengo una duda investigo igual que antes. También –como decía– hoy tengo más ocio. En la primera pega estaba todo el día en el computador trabajando. No soy mucho de redes sociales, me di cuenta que no me meto mucho a Instagram o Facebook. Tampoco leo el diario o veo tele, si me dicen: "Oye, se murió éste", "¿Quién se murió? ¿Qué pasó? ¿Hubo votaciones?". Mi tiempo lo consumo más en YouTube y Netflix que son más visuales, me gusta el cine y cosas así.
Los cambios que he vivido son en parte biográficos, estaba buscando qué quería hacer. Cuando chica pensaba en ser bombera, y todavía lo quiero. Como ser mesera, hay algo en ese gesto generoso de servir un café, no sé. Me gustaba la arquitectura, pero por plata no se podía. Me metí primero a Producción Gráfica Digital que duraba dos años, y ahí empecé a entender qué era el diseño. Cuando entré a trabajar me dijeron que le pegaba a esto, que podría estudiarlo. No me alcanzaba el sueldo para la mensualidad así que pagué con crédito por cinco años en la UTEM. Y siempre estuve buscando, me gustaban varias cosas, pero siempre había un “sí, pero no”. Después Javier me enseñó a usar el programa Flash y dije: “esto me gusta”. Pero después, ya no. Así me pasaba, que daba vuelta por las agencias y sentía que era vacío, que era plástico, que aunque me pagaran bien no me gustaba del todo.
Recuerdo que una vez fuimos a Perú a una instalación. Todo pagado, pero yo me sentía muy mal. Fui al baño del mall y veo a una señora que limpia los baños comiendo detrás de la puerta. Me vio, y yo quise puro llorar por esa diferencia. Yo me gastaba mi plata en el almuerzo y daba lo mismo, pero hay otros que no lo tienen. Y me dio rabia estar en la agencia y poder trabajar en un proyecto que al terminar no deja nada que hacer. Eso estaba mal, como que me mató. Entonces me dije que la vida no puede ser así. Y junté plata y pensé en irme del país.
En un evento en Canadá, fui a Toronto a ver a una artista, creo que a Shantell Martin. Ella es ilustradora y cuando la escuché hablar pensé: “voy a renunciar”. Ella decía que los obstáculos y la plata no son un impedimento para cumplir tus sueños. Había dormido en los sillones de sus amigos, y luchó e insistió una y otra vez, incansablemente. Hoy la loca está en el MOMA, en todas partes. También conocí a otras personas que vivían algo similar a mí, me di cuenta que no era algo que solo pasaba en Chile. Y me pregunté: “¿qué hago con la plata que he ahorrado?” En ese tiempo quería aprender a hacer cosas de códigos y había un artista – Zach Lieberman– que tenía una escuela. Pensaba: “algún día, algún día”. Pero sentía que no merecía ir. Hasta que un día empecé a estudiar, a leer, a entender código, trigonometría. Veía videos una y otra vez, intentaba, intentaba e intentaba. Conocí a un youtuber que era profesor, y justo también era amigo de ese loco seco. Fui aprendiendo, hasta que me decidí a pagar por clases particulares de inglés. Y de a poco avancé, porque uno siempre tiene miedo a salir, el chileno es súper criticón. Postulé a la escuela que se llama School for Poetic Computation. Estaba en Nueva York, y yo pensé: ¿qué voy a ir a hacer allá si vivo en Independencia? Pero postulé, aunque me demoré un mes en sacarme las fotos y hacer los videos para postular. Me ayudaron mis amigos, el profe de inglés, y lo hice. El 23 de diciembre me avisaron que estaba aceptada. Yo me puse a llorar, obvio. Me sirvió creerme el cuento de artista y diseñadora, decir: “Ok, esto es lo que quiero hacer”. Y entonces me di cuenta que había renunciado, me fui a estudiar a Nueva York, y estábamos con Brillo a medias con Javier en Barcelona y yo en Nueva York. Todo esto me permitió creer en mí misma y decidir que puedo ser independiente, generar nuevas herramientas porque insití en ello.
Hoy no sé como hice todas esas cosas, pero tenía sed de aprender y saber más. La mejor escuela para mí ha sido Google y preguntar siempre lo que no entiendo. Todo está ahí, hay que darle no más porque no queda otra.
Para mí el trabajo no es trabajo cuando te gusta lo que estás haciendo. Obvio que hay clientes desordenados, pero yo trabajo con museos y lo disfruto. El primer gran proyecto fue para el MIM, lo que era una chek en mi vida e hicimos tres, o sea, check, check, check. Cuando sabes que esto tiene que durar diez años sientes la responsabilidad. Me acuerdo de la inauguración, llevé a mi mamá porque Javier no estaba en Chile. Esa vez preguntaba “Oh, ¿por qué no parte el evento?”. Yo estaba con calor en una carpa negra a pleno sol y me responden “No, es que todavía no llega la Presidenta”. Estaba Bachelet en ese tiempo. Ahí comprendí la magnitud del trabajo, que debía durar diez años y tenían que probarlo millones de personas. Yo estaba acostumbrada a hacer el tótem, la aplicación del celular. Pero cuando entiendes la cantidad de gente que va a usar lo que haces, uno siente la responsabilidad porque lo que estás transmitiendo es contenido educativo. Entonces como que entregas a un hijo, lo haces con el mejor cariño posible. Antes no sentía eso, ganaba plata pero todo lo que hacía era plástico. Ahora no gano como antes, pero me basta con poder pagar el arriendo, la comida, poder viajar. Vivir con lo mínimo está bien, ¿para qué quiero tener plata?
Me pasó que cuando cumplí 17 o 18, mi mamá me dijo: “Paola, tienes que ayudar a tu tía que tuvo mellizos”, y esa fue mi primera relación con niños en mi vida. Entonces me acuerdo que cuando estaba estudiando y mis primos tenían entre dos o tres años, me dijeron: “Tarea: haga un interactivo para niños”. Y me acuerdo que revisé todos los interactivos y se los pasé a mis primos: “Joaquín, Antonio, necesito que jueguen” y ese fue mi primer interactivo programado. Y era un pato que hablaba cuando le hacías click. Y yo pensé que no les iba a gustar, pero mi primo: “¡Ah, el patito, el patito!”. Y al día siguiente me dijo: “Paola, quiero jugar al patito”. Y esa sensación de que te lo pida, me quedó grabada y creo que lo traté de buscar y entonces es a lo que me dedico, ahora lo hago profesional.
A veces cuando veo que los proyectos son tan grandes me asustan. Pero uno va aprendiendo y se va equivocando, el trabajo va cambiando y adquiere más valor. Por lo general tratamos de no tomar trabajos que requieran de aplicación o pantalla. Lo hacemos más análogo con switchs, botones, contactos. La parte más administrativa del trabajo me carga, como hablar con los clientes. Pero con lo demás, soy feliz, me sirve para aprender cosas nuevas y he aprendido caleta.
¿Cuál es el límite del trabajo? Para mí es cuando lo administrativo es a tal hora. Pero hay cosas, por ejemplo, cuando tengo que programar algo y me apareció una duda o algo falló, eso no es problema. Es un challenge, ¡desafío aceptado!, pero no me agobio. Hay algunos que se saturan, pero yo no porque he aprendido cosas. Como: “Oh no, no sé hacer esto”, y entonces averiguo, averiguo y averiguo. Cuando chica me acuerdo que me pregunté cómo funcionaba la luz. E hice un sistema con mi hermana con una lana que caía justo en un enchufe, y hacía que se apagara la luz. Entonces me doy cuenta que siempre me ha gustado, por eso el límite es difuso. Hay cosas que para mí son trabajo como las de administración, pero lo otro no, es porque soy curiosa y quiero saber cómo se hace.
Hay cosas del trabajo que me definen personalmente. Por ejemplo, soy súper ordenada, soy súper cuadrada, en el sentido de estructura. Para mí este es el inicio y este es el fin. Si me cambian algo en el medio empiezo a colapsar. Lo mismo cuando me dicen: “Oye Paola, ¿vamos mañana al cine? Si me dicen algo doce horas antes no puedo, yo ya agendé otras cosas. Soy cuadrada con eso, sea algo natural o algo de la pega.
Hay varias cosas que definen que un trabajo esté bien hecho. Para mí el arte es importante, que se vea “bonito” – así, entre comillas –. En segundo lugar, que funcione bien, que no haya engañitos. Cuando uno programa sabes que es posible hacer ciertos trucos, pero para que sea un buen trabajo no debe haberlos. Tercero, tiene que asombrar en todos los sentidos: diseño, programación, sonido y construcción. Por último, pruebo la técnica, moverlo rápido para ver si funciona. Así está probado para un niño chileno –así te dicen, “niño chileno”–. Cuando voy a otros museos veo los interactivos, y te das cuenta si hay cariño y delicadeza, o si hay un video moviéndose, lo cortaron y le pusieron stop. Lo sacaron, y eso se ve feo. Yo trabajé mucho en desarrollo web, y sé que está el diseñador y el programador, y ambos los quieren mover de manera distinta. El programador lo abre rápido, el diseñador le quiere dar un giro. Como yo era diseñadora, no tenían que decirme que lo abriera con un giro. Te das cuenta cuando algo está hecho con cariño, con un pensamiento, una delicadeza. Es como cuando te preparan un pan con mantequilla: pueden cortar el pan y echarle, o bien, tostarlo antes y así la mantequilla se derrite. Son detalles, pero se notan.
Cuando la gente se asombra siento una aprobación externa que le da valor a mi trabajo. De repente cuando entregas, todos te dicen que está súper bonito, pero no lo creo o siento que no saben de esto. Por ejemplo, en el MIM hay un módulo que habla del sol. Hay una perilla que giras y ves el sol con ciertos filtros que cambian el color. Yo siempre pensaba: "Tengo que hacer la perilla rápida porque el niño va a hacer eso". Pero me dio risa ver a una señora adulta que jugaba lento y suave. Y luego un niño que lo hacía de forma frenética. Funciona, llega a un nivel en que es mágico y entonces está pagado. Más que cuando te dicen que está bien o lindo. Intento ver qué piensa la gente, si se sorprende o no, qué reacciones tienen. Vale más que la opinión de mis pares.
Nos ha pasado con Javier que en Chile es difícil que los proyectos estén pensados en un proceso. Siempre nos llegan cotizaciones donde las ideas ya están pensadas previamente. Para nosotros es importante que nos llamen desde cero y que las solicitudes sean más abiertas, poder estar con el equipo de diseño y con arquitectos pensando qué se puede hacer. Pero en general no es así, por ejemplo con el MIM, no dicen: “tenemos que hablar sobre las estrellas, este es el objetivo, queremos que sean filtros…etc”. Ya hay una solicitud con una idea bajada en algo concreto. Pero hace poco nos salió este proyecto abierto que ahora estamos terminando, y ellos trabajan súper bien. Entonces es un éxito porque es lo que queremos hacer, estar en la parte previa y no recibir como el vómito de lo que alguien pensó mal. Hay varios que están bien pensados, pero la mayoría – especialmente en publicidad – se trata de algo que un publicista vio en YouTube y lo copió.
Y por otro lado, hay un fracaso que no me tocó tan fuerte pero igual me dio lata. Tuve una experiencia en una agencia en la que era nueva, Javier me llevó a trabajar allá. Estaban en la mitad de un proyecto que era bueno, full interactivo. Y un compañero, digamos Pepito, tenía que vincular la base de datos porque se supone que la gente venía con su celular, les llegaba una invitación, código QR, entregaba un tótem y tú interactuabas con una pantalla. Y estaba súper bien diseñado, estaba todo estupendo, ¡estaba todo! Pero la cosa es que Pepito no unió la base de datos y en la inauguración no funcionó. Yo me sentí mal, era nueva, no era mi proyecto y me dio lata. Pepito no reaccionó, y quizás en ese momento debí haber tomado las riendas, pero no lo hice. Obviamente, después la agencia tuvo que pagar y empezaron a despedir gente. Eso dolió, fue una angustia grande.
No pongo en mi trabajo grandes expectativas monetarias porque para mí no es tan importante. Mi familia es de clase media, no me pudieron pagar la U, yo sabía que para lograr algunas cosas iba a tener que trabajar. Todavía vivo con Iván –mi padre– , no tengo auto, no me compraría un departamento. Mi enfoque está en mí, viajar, conocer y aprender. Por eso siempre junto plata y hago un viaje para mis vacaciones que sea de conocimiento, estudio, eventos, de todo. Hace poco con Javier postulamos en Irlanda para estudiar sobre Realidad Virtual. Entonces primero llegué a Barcelona, una semana para conocer, vacaciones. Después viajamos a Dublín y fue un mes de estudio. Conocimos la cultura, en ese mundo se graba Game of Thrones, Star Wars, había que aprovecharlo todo, hacer amigos, conocer gente. Todo eso es importante. También sirve para conocerme a mí misma, estoy mejorando el inglés. Y bueno, luego volví a Barcelona y a Santiago. Entonces en eso se va el gasto, y en buenos equipos y tecnología.
Las condiciones materiales y el dinero no determinan mi trabajo fuertemente. He aprendido con los viajes que en Chile estamos muy marcados por el apellido que tienes, por donde vives o cuanto ganas. Me carga eso, así que no trato a la gente así. Como cuando te preguntan qué estudiaste y luego dicen: “Ah, diseñador, pobre”. Yo estudié contabilidad en un colegio técnico, y sé ordenar mi plata. Sé cuanto tengo y cuantos meses puedo vivir con eso. Sé en que voy a invertirlo y puedo hacer planes de año y medio. Estudié becada, y además, tenía la beca Presidente de la República así que me llegaba plata. Y de esas treinta lucas, le pasaba veinte a mi mamá para que los ahorre, y me quedaba diez para mis cartas de mitos y leyendas. Era una niña consciente, aprendí de chica el valor del dinero y el esfuerzo que significa. Veía a mi mamá que es fotógrafa esforzándose mucho, luego me enseñó y desde los trece años fui a ayudarle. Entonces sé el sacrificio que implica tener plata, pero no me gusta tener mucho. Hay gente que se saca la mugre y no puede. Entonces, ¿cómo puedo ayudar? Ya por lo menos mi trabajo se vincula con los museos y las personas. Pero esa situación me incomoda. Para vivir bien necesito tanto, y ya, no ando buscando más.
Yo sufro con la idea de no tener nada que hacer, entro en depresión. Por ejemplo, tenemos estos tres proyectos y éstas son las fechas. Sé que en algún momento –en ese diciembre quince– la Paola no va a tener proyectos. Puede que tenga la plata para vivir hasta el 2021, pero eso da lo mismo porque no tengo desafíos. Necesito ese click, tener ese como challenge accepted, si no, entro en pánico. Comienzo a tener malas manías, como no hacer nada, me vuelvo depresiva comiendo, viendo películas, y luego lo odio todo y me vuelvo inútil. Entonces sí o sí tengo que hacer cosas, un curso o aprender ukelele. Por eso me organizo con la plata, y de esa forma, mi vida no depende de ello. Soy súper responsable en eso, no pago nada de crédito, todo se paga al día. Hay gente que vive agobiada, yo no. Entonces súper relajado, está todo bien, si se puede Uber, si no bici, si no caminar, no me complica. Pero sí me complica no tener nada que hacer, eso me mata, la Paola muerta ahí tirada en el asiento.
Mis tiempos de ocio completo son para ver Minecraft. Pero ver un trailer no lo considero ocio, porque el cine es importante para mí. Los colores, la actuación, informarme de eso para mí es importante. Por eso creo que ver videos de Minecraft es el ocio completo.
No soy muy social en general. Hablo mucho sí, pero soy muy poco social. Lo único social es Javier que es mi socio. Y mi familia, pasa que ahora mi mamá vive en el campo, también mi hermana y su pareja. Voy a verlos, mi papá va todos los fines de semana. Pero yo no puedo tanto porque me da pena volver, me da angustia. Allá están mis perros, que son como mis amigos. Yo soy feliz conviviendo conmigo misma, cuando nadie me pesca. Soy mucho más afectiva así, más feliz. Hago tres salidas importantes en el año, ir al cine con alguien o ir a comer afuera, no, salgo muy poco. Como te dije antes, tengo problemas con las luces, o los sonidos, o cuando hay mucha gente. Entonces el mall es un tema, y no voy a conciertos. Para mí lo importante es lo familiar, que no me molesten tanto y mis amigos que son muy pocos.
El tiempo libre siempre está asociado con aprender cosas nuevas, no sólo porque sí, si no que con un valor agregado. Antes jugaba más FIFA, al renunciar lo primero que hice fue comprarme la Nintendo Swtich. Me dijeron: “Pero Paola, cómo gastaste tu plata en esto, te vas a quedar sin…”. Y yo respondí: “Es que si me va mal, paso la pena jugando”. Entonces esas cosas que hago son también juegos sociales, como Mario Kart. Pero otros ocios… Quizás escuchar vinilos, pero eso es súper individual, yo conmigo misma y nadie más.
Los videos son algo importante para mí porque como me saturo mucho trabajando me da dolor de cabeza. Y entonces ya, chanta la moto: videos. Siempre lo he hecho, en el colegio cuando me estresaba –me estreso fácil– ponía el nintendo en el computador y justo entraba mi mamá: ¡Ah, estás puro jugando!”. Siempre pasaba eso. Hasta que un día le dije que lo hacía porque me cansaba. Nunca me he podido enfocar 100%. Lo que me resulta –porque he tenido que aprender a conocerme– es parar y hacer un cambio completo. Rellenar la pila, recargarme. Y luego ella lo entendió y me dejó ser. Desde chica que lo hago, es algo natural en mí. Antes jugaba y ahora veo que otro juega.
Vinculo el ocio a cambiar el switch, calmar la mente. No sé, ir al campo y tirarme en el campo con mi perro. Es un momento muy importante, porque sin él me tiro al Mapocho y me amarro a una roca. Sin ocio me saturo y no funcionaría. Uno está en todas partes y se necesita parar, ver una película. Quizás algunos pensarían que estás perdiendo el tiempo, pero no, porque estás poniendo baterías para lo otro, sin eso se desinfla.
Creo que el valor que se le da al ocio en la sociedad es algo muy generacional. Mi papá piensa que estas nuevas generaciones solo juegan videojuegos. Pero el ocio depende de cada uno, hay personas que están trabajando todo el día. Mi papá es empresario a la antigua y está siempre enfocado en la pega, pega, pega. Yo no, creo que todos funcionamos distinto y hoy es más mitad-mitad. Hay muchos jóvenes que consideran que el ocio es importante, y también viejitos que creen que hay que trabajar más porque es sacrificado. Entonces es algo como 50-50, aunque depende, tendría que hacer el cálculo con las generaciones. Hoy podemos hacer varias cosas a la vez. Mi papá es de una cosa. Pero yo ando corriendo por todas partes y siento que me muero, trapo mojado.
No todos le asignamos el mismo valor al ocio, eso depende. Javier me entiende y lo acepta, aunque a veces cuando compartía pantalla me decía “Tienes Minecraft, estabas jugando”. Yo trabajo viendo videos y otras personas pueden creer que no estoy dando mi 10%, pero no es así porque estoy concentrada. Entonces todo depende de la percepción. Para algunos el ocio es ir a carretes y tomar, yo no hago nada de eso. Pero a otros les pasa igual: “Ya, juguemos LOL, o Starcraft, o World of Warcraft”. Otros salen a fumar un cigarro. Todos tienen un ocio y es lo que tú quieres que sea.
La experiencia de la inhabilidad física en el trabajo es complicada. Siempre me pasa que cuando quiero bajar de peso hago ejercicio y me piteo algo. O cuando no hago nada, también pasa. El año pasado fue la planta del pie y me dieron un diagnóstico equivocado, así que fue peor. Me dolía vivir, me afectaba en las reuniones y me fui así a Nueva York. Cuando volví encontré un nuevo doctor, y yo le decía: “córtalo, córtalo”. Me pasaba la sábana y me dolía, era algo horrible. Y claro, me afectó todo. De a poco sanó pero aprendí algunas cosas. Antes corría con los perros, pero después ya no, sólo podía caminar. Por eso la lesión mató ambos lados, el trabajo y también el ocio. Otras cosas –como los resfríos– dan lo mismo porque se trabaja igual.
Los tiempos de descanso como fines de semana y feriados sí son diferentes, y los tomo. Aunque últimamente estamos corriendo y he tenido que trabajar en esos espacios de forma excepcional. Creo que son momentos que no se tocan a menos que no haya otra opción. Por ejemplo, cuando terminamos proyectos, yo digo: “Javier, me voy dos meses” Y chao, no veo a nadie. Respondo los correos de presupuesto, pero es muy probable que me tome año nuevo y navidad, y los tome seguidos.
Las vacaciones tienen algo de trabajo, depende de qué entiendes por eso. Para mí son tiempos para estar con mis perros, tirada en el pasto sin ruido. Y, por otro lado, para aprender las cosas que me gustan. Los viajes que hago son porque quiero saber, tengo dudas que tengo que resolver. Por ejemplo, en las primeras clases con mi profe el Zach yo estaba así: "Javi, estoy aquí con Zach Lieberman, dios mío". Pero al terminar él decía que si alguien tenía dudas que le escribiera. Y lo hice. Y si el explicaba algo, yo a la siguiente semana no llegaba con una tarea hecha –ponte un sketch– llegaba con trece. Y estaban todos buenos porque estaba motivada aprendiendo. Me gusta hacerlo, tengo esa necesidad de saber cómo funcionan las cosas y poder hacerlas. Eso son vacaciones. Como cuando ves una película o una teleserie y estás: “¡Oh! ¡ese es el asesino!”.
La idea de la maternidad está cerrada por completo. Traer a alguien a este mundo es una gran responsabilidad, soy gallina, y ¿Santiago? No. Pienso: está Trump, ese loco en Brasil, tenemos a Piñera. Siempre hablo con los que manejan en Uber y dicen “Chile es desgraciado, malo, cochino”. Chile es como es, aquí naces y tienes que pagarte salud, educación, todo. Es un país egoísta y así también es su sociedad. Veo a los canadienses que son las personas más generosas del mundo, porque su país lo es y eso parte desde el gobierno. Entonces, ¿cómo voy a traer un bebé a este mundo? No, sería muy egoísta.
La idea de jubilarse…yo me acuerdo que más joven dije: “Iván, ¿cuánta plata ahorraste para jubilarte? Y me dijo no sé, 60 palos. Y recibe como 150 lucas. Y pienso ahora: ¿Cuántos años tengo? ¿Cuánta plata tengo en le AFP? Rayos. Y eso que yo trabajo desde los 19. Aquí en Chile a los 40 si no eres jefa –siendo mujer– cagaste.
Estoy juntando plata para comprarme un terreno y hacerme una casita en forma de A. Tener mi perro y vivir ahí, fin. Hace poco mi mamá vive en el campo y era de Santiago. Ella tiene este interés social y construyó un espacio de cultura en donde quiere enseñar a la gente a cuidar el planeta, está full metida con el medio ambiente. Trabaja con niños en regiones, es una realidad muy distinta. Y a veces me pide ayuda, y finalmente soy como un niño más. Con el tiempo me gustaría poder hacer cosas.
Cuando fui a Toronto estuve con unos españoles y todas hablaban “España, hostia, tía, la mierda", y me dije, me miré, me alejé, como cuando se aleja la cámara: "yo no quiero-" Podría haberme ido a trabajar afuera, pero no, quería volver y tratar de hacer un cambio. Aportar un granito de arena, no quedarme de brazos cruzados y salvarme yo no más. Entonces yo creo que en mi jubilación va haber cosas que hacer y de que preocuparme. Primero –lo básico– dónde caerme muerta. Una casita enana con un perro. Y luego hacer cosas por otros.
Pero respecto al diseño creo que siempre voy a estar haciendo mis bosquejos, esos que subo en Instagram, y es como "oh, mira esta partícula que se mueve". Yo creo que siempre va a estar porque lo ha estado desde que tengo memoria. Siempre quería hacer cosas, siempre que jugaba con mi hermana al almacén me gustaba mucho más construirlo que jugar en él. Entonces me di cuenta que siempre me ha gustado más la creación, y eso se ha reflejado en todo lo que hago, el estar aprendiendo cosas permanentemente. Entonces, sería muy raro que de la nada se borre, yo creo que quizás muta no más, en el sentido que antes era 2D, luego es 3D, y ahora con código, y así va mutando. Me quiero meter más con luces, pero es siempre lo mismo. Hacer cosas hasta que sea vieja, siempre con un perrito al lado, siempre.