Mi nombre es Nicole Fuentealba Romero, tengo 28 años. Estudio Licenciatura en Historia. Estoy finalizando el proceso de tesis, por lo cual mi condición laboral es muy escasa. Actualmente realizo ayudantías en la facultad.
Recibí la bitácora poco antes del estallido social, así que comencé a escribirla el 16. Traté de mantener los días que seguían, pero no sé si representa mi vida cotidiana porque en este contexto es imposible, al menos intenté mezclar algunas cosas e integrarlas dentro de esa semana.
Durante ese tiempo el trabajo fue muy escaso, de hecho, paradójico. Yo llevaba como un tiempito algo desconcentrada con la tesis, pero justo el día anterior al estallido mi mente despertó y pude concentrarme para escribir algunos capítulos que me faltaban. Y vino el 18 y ya mi mente volvió a estar dispersa. Traté de leer o concentrarme, y me costó mucho. Busqué darme los tiempos. En la mañana como no tenía nada que hacer decía: "Ya, veamos si puedo tratar de avanzar algo", pero fue muy difícil.
Respecto a los tiempos libres, es complicado llamar “ocio” a las actividades propias del estallido social. Tenía mis momentos de ocio los viernes antes del estallido, ahí claramente carreteaba con mis compañeros en la universidad. Pero después de eso, el “ocio” era diferente porque más que nada era estar en la calle todos esos días, marchando, caceroleando, haciendo otro tipo de cosas, por eso no sé si corresponda llamarle ocio.
La mayoría del tiempo me muevo por la universidad, pero tiendo a concentrarme mucho más cuando estoy sola. A mis compañeros les gusta estudiar en unas salas de los aularios del campus Juan Gómez Millas, donde hay mucha gente y se puede hablar abiertamente, y yo no puedo porque necesito silencio. Así que normalmente voy a la biblioteca de Filosofía que es muy buena. En mi casa –a pesar que estoy sola la mayoría del tiempo– me cuesta concentrarme porque tengo perritos. En general, tengo un rutina bien marcada en mi vida. Soy bastante estructurada en varias cosas. Eso me ayuda cuando me siento en esos espacios definidos, pero también depende de las variables de si hay gente al lado o no y, a veces, del estado de ánimo.
Hace un tiempo trabajaba de noche, pero estaba reventándome físicamente así que empecé a hacer las cosas durante el día. Me di cuenta que el tiempo donde más trabajo es en la tarde, como de dos a nueve que coincide con el horario de la biblioteca así que me quedaba hasta esa hora. Y ahí avanzaba mucho. Esos son los horarios que actualmente me sirven un poco más. Incluso, durante estos días estuve trabajando con una compañera para escribir los últimos detalles de la tesis y volvimos a trabajar en la noche, pero yo no rendía.
A partir de la bitácora me di cuenta de que gran parte de las actividades que realizo las hago sola, tanto el estudio o a veces cocinar en la casa, y que mis tiempos de ocio son escasos y puntuales, no son espontáneos durante la semana, sino que se limitan al viernes. Mi vida es muy esquemática, así que creo que me puede faltar un poco de ocio, más allá de si eso ayuda o no. Sin embargo, el esquema que tengo me ha servido harto, pero algo falta ahí.
Si comparo mis rutinas con unos años atrás puedo notar cambios, antes no era tan estructurada y tenía ideas en mi cabeza de todos lados. Internamente tenía un proyecto de investigación a largo plazo, casi como para la vida, pero todavía sin forma. Ahora sí. En tercero o cuarto año ya había comenzado mi rutina actual, algo obsesiva con el proyecto. De repente, me pasa que ocupo tiempos que no son destinados al estudio, y todavía mi mente está ahí. Estoy viendo una serie y se me ocurre una idea. Creo que eso antes no pasaba, hubiese estado viendo series feliz de la vida. Paralelamente, ahora los reventones de carrete son más constantes. Antes me quedaba más en la casa, relajada, viendo tele o cosas así. Ahora no. Desde tercero todos los viernes es sagrado y constante. Me he vuelto más estructurada, con mayor intensidad en lectura, estudios, y producción, pero a la vez, mi espacio de reventón y ocio ha sido más constante e intenso. Lo único que ha continuado es el ser estudiosa y un poco ñoña. Lo he sido toda la vida.
Creo que estas transformaciones son más bien personales. La necesidad de tener más reventones de carrete, la nostalgia de que luego voy a terminar, y ese análisis de que no había hecho ese tipo de cosas durante los años anteriores, me obligan a hacerlo ahora. Y es raro porque mis compañeros tienen una edad diferente a la mía, mis 28 años no se condicen con la edad de mis compañeros, entonces ahí surge un tema que me influye desde lo externo. Si fuera por mi edad debería estar en mi casa tomándome una chelita, cómoda en casa, picoteando algo. Y no, estoy acá con mis compañeros carreteando en los pastos y lo disfruto. Entonces creo que lo externo influye un poco más, aunque sí me parecen decisiones personales.
Además, la organización de mis tiempos está condicionada por la tecnología. El celular ya me tiene aburrida, pero sigo usándolo, sigo pegada a él. El computador es el que norma mi trabajo. Al momento de despertar lo abro y lo ocupo durante todo el día. Lo uso para todo. Termino de estudiar algo, me canso y voy a Netflix. Entonces me mantengo ahí. Incluso si me llega la culpa sigue siendo frente a él. Entonces solamente cierro Netflix y abro el documento para trabajar.
La investigación tiene un lugar central en mi vida. Me gusta lo que estoy haciendo y me he obsesionado un poco con el tema para lograr abordarlo desde distintas aristas. Estoy trabajando la historia de las industrias, y en este caso, me concentro en textiles de Tomé. Particularmente estudio los sistemas de control social que ejercen los empresarios sobre los trabajadores. Uno de ellos –el más llamativo– es el paternalismo industrial, donde revisten de beneficencia muchas medidas que –en el fondo– son para controlarlos.
La investigación está en el centro de mi vida, es la prioridad. Hasta el punto que, por ejemplo, viendo The Crown, vinculé lo que pasaba con un derrumbe de un pueblo minero. Había unas casas y dije “No, esta es una población obrera” porque las casas son todas iguales, al lado de una mina. Y después decía: "Basta, basta". No puedo mirar una serie tranquila sin pensar en lo otro. Pero insisto, tanto por gusto como por obsesiones.
Los únicos límites que definen mi trabajo son la temporalidad de los días, de lunes a sábado, domingo descanso. Creo que después de tomar desayuno mi vida se centra totalmente en lo que trabajo. A veces desayuno en mi casa y a veces en la universidad. Llego a convesrar con mis compañeros y vamos a comer algo y luego trabajamos. Entonces, haciendo ese balance, mi vida comienza después del desayuno en las condiciones que sea. ¿Y cuando termina? Eso me complica. Podría ser con la once, pero sigo estudiando. Podría ser cuando me vence el sueño, pero el problema es qué no sé cuando pasa eso. A veces estoy muy motivada y me dan las tres de la mañana. O no, y me duermo a las diez de la noche porque ya estoy cansada y reventada.
La estructura es algo que me define como persona y en términos de identidad. No quiere decir que sea un robot, pero siento que mi vida es demasiado organizada. Tiendo a eso, me lo dicen todo el tiempo y lo comprendo. Pero siento que me ha traído beneficios, por ejemplo, el tener las ideas clarísimas en todos los aspectos. Tomar decisiones con mi personalidad es más rápido, a pesar de que antes no era así. Miro las cosas con demasiada frialdad y eso ha sido algo que he logrado recabar de los trabajos. El problema es que en ocasiones esto no lo veo tan positivo porque me he pasado un poco al extremo y debo controlarlo. Aún así, la estructura me gusta, las cosas me salen rápido, y eso me permite aprovechar las oportunidades. Esa misma producción es la que me ha abierto puertas en distintos lados.
Mi trabajo lo evalúo desde dos dimensiones, interna y externa. La primera depende del uso de fuentes que tiene que ser muy completo y abarcar todo lo que estoy tratando. El trabajo debe quedar irrompible. Y la segunda es la opinión del profesor que me acompaña, el cual es muy exigente. Por ejemplo, a veces me revisa un trabajo y me detalla errores desde la coma hasta la comprensión de textos. En el campo de la historiografía los criterios tienen relación con la presentación de mis trabajos, el que acepten mis postulaciones, cosa que no suele suceder muy rápido. Puede sonar burdo, pero la aceptación me dice que lo que estoy haciendo es entendible, es claro y es interesante, más allá de que la mayoría de la gente lo encuentre aburrido, porque la historia industrial tampoco es entretenida para toda la gente. También la validación de mis pares es relevante.
Creo que el éxito genera mucho ego pero también refuerza el trabajo. Los estudios y el éxito profesional son una de las cosas que más me validan conmigo misma. Si me concentro en los estudios es porque siento que tengo talento para ello y en ese espacio veo que se concreta mi éxito, a pesar de que siento que lo tengo para otras cosas. Por eso también el fracaso me da bastante pánico, y trato siempre de esquivarlo dándole mucho tiempo y trabajo a la investigación.
Una experiencia de fracaso que vivencié fue en mi ramo favorito. Me tiraba flores a mí misma, y por desconcentración y nerviosismo me confundí mucho. Eso fue penca y derramé algunas lágrimas. No era rabia contra el profe, era rabia contra mí misma. Ahí fracasé, pero doblé mi esfuerzo y salí adelante. Por eso me valido con el trabajo.
Como mi experiencia está recién empezando, no relaciono el trabajo con mis condiciones materiales. Las ayudantías que hago me han ayudado, aunque no es mucho lo que pagan. Entre no tener ingresos y tener algo, suma.
Durante la semana mis tiempos de ocio son más bien solitarios. Veo series en Netflix y a veces fumo marihuana cuando estoy muy reventada. También me pongo a ver documentales. Pero el viernes es mi día. Al terminar las clases –como a las dos de la tarde– me relajo y carreteamos con mis compañeros hasta la noche en que nos vamos a otro lado. Ahí es más que nada tomar algo, fumar, jugar en las casas de mis compañeros. A veces, cuando ya estoy chata y siento que avancé lo suficiente o no tengo sentimiento de culpa, los fines de semana los paso haciendo nada en la casa.
Los tiempos de ocio los comparto netamente con mis amigos. Acá en Santiago vivo con una familia amiga porque soy de región, entonces es poco el contacto que mantengo con mi familia, más allá de los días que de repente viajo. Acá comparto con ellos, o sea, la tía con la que vivo llega los sábados después del trabajo y normalmente ese tiempo lo destino a estar con ellos, conversar, ver tele, compartir. Sin embargo, creo que los amigos tienen un lugar importante en las decisiones, por ejemplo, hay algunas compañeras que son más espontáneas y dicen “tengo ganas de tomar algo” durante la semana en cualquier horario, y ahí apaño, incluso con mi resistencia a ocupar mi tiempo semanal para trabajar.
Para mí el ocio es justo el momento de rellenarse para lo que viene después, que es la producción. De hecho, nunca lo he pensado como algo negativo, incluso con mi obsesión por el trabajo. En primero tuvimos un profe que nos hablaba siempre del concepto de ocio en la Edad Media, ahí entendí el significado de seguir haciendo cosas. Para mí es un momento de producción y de relajo a la vez. Sin embargo, para la sociedad su valor es mínimo, sólo ve la producción sin ocio, en todo momento y en todo ámbito, con la pretensión de lograr más, en ese sentido, el ocio se entiende como una pérdida de tiempo, o bien, como una vía de escape a esa máquina.
En mi campo el ocio es fundamental porque si no, estaríamos locos. O ya estamos, porque nuestra salud mental no es para nada buena. Siempre estamos exigiéndonos más. Yo no soy la única, tengo todos mis compañeros en la misma. Pero siempre hay un grupo –como de cuatro o cinco– que son los que están produciendo, escribiendo artículos y metidos en proyectos. Yo pertenezco a él, y lamentablemente, somos los más enfermizos en ese mundo de producir. Por lo mismo el ocio es fundamental. El ambiente es muy competitivo y a mí me pesa la edad. Tengo 28 años y aún no termino la carrera entonces siento que voy muy atrasada, a pesar de los caminos que haya tomado anteriormente. Tengo profesores de 30 que ya son doctores, lo que me genera el impulso de trabajar obsesivamente para sentir que estoy en un nivel decente. De hecho, quiero empezar el magister el próximo año.
Me enfermo muy poco y lo valoro enormemente. Porque cuando me pasa me da muy fuerte y me siento inútil. Más que porque no produzca, porque no sé qué hacer. Lo bueno es que han sido muy pocas veces. Ahora con la “vejez” como que los resfriados son más brígidos, pero en general, como es escaso, creo que las pocas veces han sido catastróficas en mi vida. Justamente porque me siento…no sé si inútil, pero hay un tema físico, no me gusta sentirme enferma, me molesta el cuerpo. No tiene relación con el ocio.
Respecto a las vacaciones tengo mis momentos de relajo y realizo viajes. Me gusta mucho hacerlo. Pero siempre que lo hago priorizo lugares que se relacionen con lo que me gusta y con lo que trabajo en general. Entonces, en ese sentido, no sé si me desconecto mucho, aunque voy feliz porque me gusta el tema de la industria. No es una forma de separarme de lo que hago, sino que lo disfruto con mayor libertad, sin la carga académica de los profes, compañeros o lecturas.
Los tiempos libres, como fines de semana y feriados, normalmente los tomo como tal. Los domingo cocino, después de comer viene la sobremesa y así, entonces es un día donde no estudio ni hago nada. Los sábados siempre tengo más flojera porque vengo llegando del carrete. A menos que tenga entregas, no estudio nada.
Respecto a la maternidad, sí lo he pensado mucho y mis conclusiones tienden a verla como una traba para mis metas profesionales. Una traba grande porque me quita libertad de tener tiempo para dedicarme a estas cosas que me apasionan tanto. Más allá de que pueda sonar muy enfermizo todo, de verdad que a mí me entretiene. Y por eso proyectarme como madre no está dentro de mis planes. Sin embargo, el otro día fui a una ponencia donde una profe de 35 años fue con su hija. Le tocaba exponer en mi mesa, y su pequeña estaba dibujando al lado. En ese momento pensé que era posible. Pero hasta ahora, teóricamente, no lo veo para mí.
He pensado sobre el retiro y no me parece una condena. Sí creo importante y necesario mantenerse vigente por largos años. Para recibir una jubilación hay que ganar proyectos Fondecyt que financien algo y tener ingresos, si no, no hay pensión. Mi meta de vida es mantenerme vigente y cuerda para poder esperar eso porque no sé si de las jubilaciones puedo esperar algo. Quizás con el estallido social ahora sí, aunque es difícil porque nuestra historia nos dice que siempre ha sido difícil cambiar las cosas de un momento a otro. Aparte, la vida de investigación está conectada con el mundo laboral directamente porque actualmente te exigen investigar dentro de la academia. Yo veo en la facultad profes que siguen trabajando cuando ya no se sienten facultados. Eso puede cambiar, pero por lo menos a mí me preocupa mantenerme vigente y cuerda a cierta edad. Me aterra el hecho de perder la memoria.