Mi nombre es Gimena Castellón, soy artista visual y diseñadora. Trabajo de docente; imparto clases de arte, pintura, trabajos manuales y construcción de juguetes para niños de 6 a 8 años en la Alianza Francesa. También diseño para la editorial de mi pareja. Por último, soy profesora de yoga, hago clases en mi casa y a domicilio. Actualmente preparo mi trabajo para una residencia.
En el proceso de llenar la bitácora, cuando intentaba sintetizar mi día, quedaba la estructura laboral, asociada al rédito económico, y se drenaban las cosas intangibles que se relacionan con el quehacer artístico como los momentos de reflexión, la investigación en internet, las charlas acerca de un tema que me interesa. Ese conjunto de cosas no las pude volcar en la bitácora, porque me parece que el cuadernillo tenía poco espacio.
Además, el día está tan atomizado que me parece difícil que esos elementos ingresen en la estructura que se propone. Si las actividades se registraran en un audio al final del día, uno no se editaría ni limitaría tanto, que es lo que me ocurrió a mí. Intenté cumplir con el término “trabajo” y resultó que mi propia mentalidad editó como “no trabajo” lo que era mi hacer artístico, que consiste en mucho trabajo sin materia. Así, llegaba al final de la semana y decía: “¿Qué hice?”. En realidad, hice un montón de cosas, pero fue difícil plasmarlas en el papel. Por ejemplo, encontré un texto que servía para mi investigación personal acerca de la primera bruja que fue juzgada, quien era una inmigrante en Salem. Este escrito me flechó porque apuntaba a cómo lo inmigrante se transforma en aquel “otro” a ser juzgado. Finalmente, ese pequeño tiempo hizo trabajar mi cabeza y disparó toda una máquina que no pude anotar en la bitácora, porque es un trabajo mental que realizo mientras lavo los platos, por ejemplo. Me pareció muy difícil transparentar mi trabajo real.
Pese a esta observación, la bitácora sirvió para desencadenar reflexiones tales como que no podemos ver bajo la noción de trabajo aquello que no tiene un resultado material o monetario. Nuestro pensamiento está tan estructurado que cuando debemos reflejar nuestra semana laboral el trabajo inmaterial queda afuera. Es la ausencia la que habla, aquello que no quedó escrito. Esta reflexión permite que durante la primera semana te percates de lo que hiciste mal y así durante la segunda semana logras justificar un poco mejor lo que haces, aunque no deja de ser complejo. Suena romántico lo que pienso, pero creo que una trabaja de docente o en otras labores por tiempos limitados, y es artista todo el día. Por ejemplo, mientras voy a comprar los materiales para mis alumnos de la Alianza Francesa, encuentro un papel que es muy bueno. Cuando estoy con mi hija pasa lo mismo; es inevitable. Entonces una no está escindida en ningún momento de la reflexión artística. Aparte, parece una adicción porque cuando me encuentro con colegas en un cumpleaños hablamos sobre cómo estamos y luego sobre convocatorias, muestras y exposiciones.
Hay tiempos reservados y privilegiados que empleo para investigar libremente. Me siento en la computadora para buscar información en lugar de leer un libro porque me atrae lo que puede resultar del azar. El tiempo del colectivo y de la micro lo uso un montón para el trabajo mental de conectar ideas. No leo libros durante esos trayectos porque siento que es un trabajo de otra índole, que direcciona la casualidad de colecciones que necesito. Cuando viajo en colectivo pinponeo y conecto mis ideas en la cabeza mientras escucho música, es un buen momento. Además, mis trayectos cotidianos son largos, duran una hora de ida y de vuelta. Los martes y los jueves viajo en micro entre 3 a 4 horas. Si no realizo este trabajo mental, utilizo mi teléfono que cumple una función similar a la del computador. Es una oficina ambulante, estoy trabajando todo el rato: respondo correos, busco información, entre otras cosas. Incluso puse en la bitácora que leía el tarot. Cuando utilizo el computador es porque me siento a diseñar o editar.
La estructura de mis tiempos hace 10 años era distinta, principalmente por la disponibilidad 24 horas que te provee la tecnología. El teléfono provee un conjunto de actividades que facilita que tengas una disponibilidad completa para el resto de las personas; el problema es que permite que pierdas mucho el foco y la concentración profunda por varias horas consecutivas. La artista mujer con IPhone es totalmente multitasking y recalco que “la artista mujer” porque el hombre se desentiende más del teléfono. Por estos motivos, le dedico menos al hacer, a materializar una idea porque cuando llega ese momento está súper trabajada. No hago bocetos o borro menos pues casi todo está en mi cabeza, debido a esos micro momentos que tengo en los que laburo la idea hasta que llega el momento de concretar. Ahora soy más efectiva.
También, la bitácora me ayudó para percatarme de que hago un montón de cosas sola. Cuando finalmente tengo un día libre, por ejemplo, mi pareja se va a jugar fútbol y mi hija se queda dormida, entonces se produce una soledad que pesa ocho veces más porque no me di cuenta que estuve toda la semana sola. A veces me viene un bajón y digo: “Estoy sola en Chile”, pero no dura mucho, sino hasta que mi hija despierta.
Ser artista es un trabajo de 24 horas: no está escindido de uno ni te deja en algún momento. En este sentido, tienes la mirada del artista, estás todo el tiempo laburando, escribes y tomas notas todo el tiempo. Este trabajo es energía vital para mí desde pequeña, ha sido así toda la vida. Cuando era niña jugaba a que era artista profesional hasta que un día no salí más del juego. Me cuesta pensar espacios que están fuera de mi trabajo de artista. La única excepción es cuando juego con mi hija, porque es un momento de relajo donde sueltas todo y si te manchas la cara con torta, está todo bien. Sin embargo, la maternidad es otro de los trabajos de 24 horas.
Yo necesito el trabajo debido a que me estructura y me gusta, me hace bien. En el periodo de posparto tenía miedo de volverme loca, pensaba: “¿Qué hago sin trabajo?”. Finalmente comencé a dar clases a los 15 días. Soy una persona que trabaja mucho, pero en cosas que me hacen feliz. No elijo el trabajo por dinero, por algo también soy artista. Recuerdo que mi pareja cuando me conoció decía: “Sos como Peter Pan”, pues creía que mi manera de elegir los trabajos según la felicidad que me producían, era infantil. Pienso que si tienes la opción de hacerte la vida linda, haz que sea un juego. Mi forma de ser artista todo el tiempo la vuelco a las otras dimensiones de mi vida. ¿Por qué hay que sufrir la vida del trabajo? Sufrí un trabajo que desempeñé en una editorial muchos años y renuncié por ese motivo. Nunca más volví a elegir ese trabajo.
Tuve trabajos que no estaban vinculados al arte, pero siempre los pensé para el arte, te permiten ser artista. El más extraño lo tuve en un call center a los 18, 19 años. De todas formas, encontraba que tenía una cosa divertida porque uno lo ve y piensa: “Estoy dentro de una película, trabajo 4 horas aquí”. Te cuentas una historia y la usas como una herramienta para poder atravesar el sopor kafkiano de estar metido en un lugar cerrado haciendo lo mismo todos los días. Más tarde, cuando hice mi posgrado de arte debía escribir un libro de artista: mientras veía que mis amigos llegaban con unos libros increíbles, yo trabajaba en la editorial todo el tiempo. Les llevé mi agenda a la que titulé “Libro de artista para una artista que tiene que trabajar en otra cosa para ser artista” y, en el fondo, fue genial porque también dejaba una dimensión artista a través de las notas, los colores, los rayados y las flechas para organizarme. Estaba bueno. No obstante, los otros trabajos sirven para que pueda tener tiempo de artista, es decir, podría entrar a una editorial o a un diario como diseñadora, tener un horario de 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, pero se acaba mi vida como artista. Por este motivo, mis otras actividades laborales siempre son para poder ser artista.
Hubo un momento de mi vida en que pensé con la cabeza lo que debía hacer. Llegué desde Bahía Blanca, mi ciudad de origen, a Buenos Aires el 2001, en calidad de estudiante esperanzada que iba a estudiar Letras. Yo empecé en el arte escribiendo, era escritora. Este año ocurrió la crisis económica argentina, una de las más graves después de la que se vive ahora. La situación era muy dura, todos estaban desesperados, era joven, tenía a mi hermano más pequeño conmigo, mis padres estaban separados, en fin, un momento de colapso. Ahí pensé: “Bueno, todo bien con el arte, pero hasta acá. Tengo que laburar porque no da para más”. Repartí currículums y quedé enseguida en un local de ropa. Esa misma noche imprimí un libro en mi casa, algo que no podía hacer por las mismas dificultades económicas. En este contexto, aparecieron otros materiales y objetos que me llevaron a las artes visuales y que desplazaron ese lugar que tenían las letras antes. Las artes visuales surgieron como un residuo de esa vida difícil en plena crisis económica del país. No tenía nada, no había para comer ni entretenerse, pero estaba esta impresora que mi papá nos había mandado y que rompí para que entraran hojas de otros tamaños y elaborar estos libros. Ahí decidí estudiar diseño porque, pese a que el arte estaba bien y contaba con las herramientas estéticas para ello, necesitaba mantenernos a mi hermano y a mí. Así que estudié, me recibí y comencé a trabajar en la editorial, pero paralelamente formé parte del “Proyecto Venus” que fue súper importante. En el posgrado de artes que estudié después revisamos este caso. Esa fue la manera que una manga de locos encontramos para sobrevivir en medio de una crisis tremenda, un momento de emergencia. Cuando mi hermano estaba viviendo su vida y yo había logrado estabilidad, dije: “Hasta acá llegaste, diseño”. Renuncié a la editorial, comencé a trabajar freelance, solté todo y me dediqué completamente al arte. A diferencia de otros artistas, mi carrera se inició tarde, debido a la pausa que hice por la crisis económica grave de mi país.
La herramienta para sobrevivir fue esa creatividad; las decisiones que tomé para poder avanzar, crecer, establecerme y mantener a mi hermano. Todos estos elementos conformaron una metodología de vida que está en mi obra y que me convirtió en artista: una política y una economía con los materiales, la administración del tiempo, el esfuerzo, no perder la alegría por lo que estás haciendo en ningún momento.
Al principio de mi carrera artística siempre hubo una línea económica necesaria porque no podría permitirme gastar mucho. No iba a pintar con óleo ya que el bolsillo no daba para eso, así que empecé por el dibujo, porque hay un lápiz en todos lados. El dibujo para mí era una rebelión económica, un modo de decir: “Voy a ser artista, aunque sólo tenga esto”. En todos mis trabajos se mantiene esa economía de los materiales, esas elecciones nunca se van. En algún punto me captaron unas galerías y mi obra comenzó a venderse un montón, pero sentí que traicionaba algo. Me dejaba presionar por la venta y hacía cosas casi decorativas con buena una salida comercial. Vender es bueno, el problema es que mataba ese relato que mencioné antes, hacía piezas sueltas y creaba huérfanos todo el tiempo. Mis obras son sistemas: así como un libro tiene varias partes, si vas a contar una historia necesitaba que estuvieran todos los actores. Finalmente corté con esa línea porque me percaté que había automatizado una fórmula y hacía cosas sueltas que ya no sentía. Actualmente trabajo con galerías, pero no con esa obra.
En general, trabajo con pequeñas historias -propias o ajenas- que se potencian. Por eso, pienso que una obra está bien cuando logré que contara algo. En comparación a otros trabajos que buscan constituirse como un objeto artístico hermético, persigo el desarrollo de una historia que yo relato o que otros cuentan al espectador. Yo pongo un micrófono en la obra para que viva, es una propuesta relacional.
Todos los artistas somos narcisistas que buscamos reparar algo interno que está o no está observado, valorado, lastimado, lo que sea, hay distintos grados. Todos los artistas buscamos ser mirados y cuando sucede, sientes que lograste algo. Ahora, cuando te miran bien porque también uno asoma la cabeza y vienen las críticas negativas. Cuando recibí una crítica negativa fue tremendo porque provino de un crítico súper conocido que opinó sobre una muestra mía que era pequeña, así que me mató de entrada. Aprendí un montón de esta experiencia pues tomé responsabilidad de lo que comunica mi trabajo y tomé consciencia de hasta dónde llega uno con lo que hace, cómo alcanza a personas inesperadas. Si la crítica hubiese sido positiva, no habría ocurrido este aprendizaje posiblemente, aunque lo bueno siempre es genial, te alimenta, te sana, te sientes valorado. Es una contraprestación y un reconocimiento. Las dimensiones no monetarias de tu obra justamente provienen de ahí, sientes que todo el esfuerzo que realizas funciona.
No me importa lo que dice la crítica. Este caso me pegó porque estaba recién asomándome como artista y este crítico me mató de forma pública; es un caso aislado. La opinión que realmente me importa es la de mis pares artistas y la del entorno inmediato de la obra. Por ejemplo, hace poco hice una residencia en Batuco para Baco donde trabajé con la historia de una familia que tenía una panadería hace 60 años. Para eso, el diálogo con el contexto para mí fue súper importante. Las opiniones de esas personas eran oro porque finalmente trabajaba con sus historias. Este proceso finalizó con una muestra que se hizo dentro de esta panadería que fue el centro de encuentro del pueblo por muchos años, te enterabas de todo en ese lugar. La gente que iba a comprar pan se quedaba media hora para saber lo que ocurría, escuchar la radio o ver televisión. El día que inauguramos la muestra algo de esto volvió; la sangre circuló nuevamente por ahí. Las personas hablaban, soltaban sus propias historias a medida que veían sus trabajos, comentaban quiénes eran sus familiares. Me encantó que haya podido generar este espacio de encuentro porque finalmente es una de las cosas que es el arte.
Inevitablemente algunas decisiones en función del dinero comenzaron a aparecer, es un garrón, pero es la realidad. Por ejemplo, siempre tuve ciertos días libres de la semana para poder dedicar más tiempo a mi trabajo y a mi hija, pero por motivos económicos decidí tomar más trabajo que resta tiempo del que empleo para mi actividad artística. Entre las actividades laborales que desempeño, las clases de arte y de yoga son las que entregan un ingreso más estable. La docencia es una fuente de estabilidad para la mayoría de los artistas.
La actividad artística en Chile y Argentina es distinta, no necesariamente en un sentido negativo. En mi país tenía más tiempo para desarrollar mi obra, mas nunca se me hubiese ocurrido trabajar con ciertos materiales que apuntan a construir proyectos grandes, porque no tenía una economía que respondiera a eso. La creación se realizaba a una escala más humana, una escala de lo posible. Pocos artistas tienen taller porque implica que tienes un ingreso fijo para pagarlo. Por el contrario, todos los artistas tienen un taller aquí y yo no entendía cómo. Iba a ver muestras y la economía de los materiales y las dimensiones de las obras me indicaban que tenían dinero, pero no es así. Finalmente, creo que las razones de estas diferencias se deben a que existen varias formas de obtener un fondo y que están mejor vehiculizados que en Argentina. Por ejemplo, Daniel, mi pareja, me contaba que la universidad le pagaba por exponer y tener muestras durante el año. Puede ser poco dinero, pero en mi país sólo te desean mucha suerte cuando tienes una exposición y si es que te dejaron ir a hacer la muestra porque significa ausentarse. Además, los fondos que otorgan en Argentina son realmente pequeños comparados con los de Chile, aunque también la escala de los proyectos es más humilde. Algunos proyectos que se postulan a FONDART parecen empresas que se ponen en marcha, sin embargo, lo bueno es que dan trabajo a un diseñador, a un asistente, a un fotógrafo, es decir, proveen trabajo y generan una trama económica que sostiene a varios. Este sistema produce que te programes de otra forma pues también como artista debes manejar aspectos administrativos como saber postular, escribir, llenar planillas, entre otros. Por otra parte, las personas se devuelven manos, lo que es súper positivo. Si alguien postula, te anota en el proyecto y se gana el fondo, finalmente aparece una nota con tu nombre en el libro que resulta del proceso, por ejemplo. Se producen tramas de valorización del trabajo de otros artistas. En resumidas cuentas, hay fondos que ayudan a sostener la creatividad artística.
La economía del arte en Chile permite la profesionalización del artista, en el sentido de manejar dinero. No obstante, puede caer en una producción fría porque desde que el proyecto se arma y se materializa pasó la vida, y tienes que cumplir con aquello que prometiste.
En mi tiempo libre miro películas o escucho radio, aunque a veces la primera actividad es parte de mi trabajo. También voy al parque con mi hija. Esas son las principales actividades de mis espacios libres.
La vida social es trabajo para los artistas, particularmente para las mujeres y madres. Es un universo difícil porque si no apareces comienzas a desaparecer para el entorno. Y si tuviste un hijo todavía más, entonces tienes que esforzarte para que no ocurra. Muchas veces he ido a buscar a mi hija, me pongo la mochila y tomo una micro hasta el MAC de Quinta Normal, aunque sea para estar 15 minutos en la presentación de una residencia, de un trabajo o de una inauguración. Mi hija ha visto muchas muestras, pero es parte de. Hay ocasiones en que veo amigos, pero es trabajo, una tiene que ir. Todas esas instancias sociales son trabajo.
Mi familia está en Argentina y la mayoría no son artistas. Hablo con mi mamá y me dice: “¿Qué estás haciendo?”, a lo que respondo: “Una obra que consiste en una estructura con palos”. Me contesta: “Ah, una instalación” y me río porque ya sabe todo. Mi pareja y su círculo de amigos son artistas, al igual que los míos, por lo que suele ser tema de conversación. Cuando estamos con los padres de mi pareja es un momento para no hablar de arte, ahí no hay conexión. Mi única actividad fuera del arte es el yoga, pero considero que es un tipo de expresión del arte más lejana. No hablo de otras cosas, ¡qué enferma!
La génesis del ocio se vincula a que tú estás jugando mientras otros están preocupados de que todo se sostenga, es decir, tus padres. El ocio está ligado al juego, ese espacio en la cabeza que no está imbuido por lo monetario y ese es el motivo por el que lo vinculo al retorno a lo familiar, a los momentos en que la casa o la arquitectura de la familia era sostenida por otras personas.
La sociedad tiene una mala percepción del ocio porque la gente está enferma de ansiedad de poder, de tener y de consumir. Así, el ocio es mal visto o se piensa como una pérdida de tiempo porque no genera ganancias. Las personas no saben qué es lo que les gusta hacer cuando tienen tiempo libre, no les resulta fácil responder esta pregunta. ¡Tienen depresión cuando están de vacaciones! Este sentimiento es un síntoma social que muestra cómo no sabemos emplear nuestro tiempo libre. Si pasas un día acostado en la cama te sientes mal ya que no estás produciendo. Se trata de un chip que la sociedad pone en nuestra cabeza y que te programa para producir, ganar dinero y consumir. Además, la enfermedad de la ansiedad se agudiza debido a las comparaciones constantes que te ofrecen las redes sociales; mientras estás acostada en tu cama comiendo un pan con manteca y viendo una película, Facebook te ofrece a otro que está dando una conferencia no sé dónde. Te sientes una mierda. Esta competitividad genera que no disfrutes tu tiempo libre y no logres identificar qué hacer cuando cuentas con este momento.
También es verdadero que el goce es cultural. A diferencia de la época de nuestros padres o de cuando éramos pequeños, la forma en que empleamos nuestro tiempo de ocio es teledirigido. ¿Cómo sabes que disfrutar tu tiempo libre es comer pochoclo viendo la televisión si tu referencia es una imagen que aparece en un paradero o en una revista? Las personas pierden su propia voz, su resonancia. Es difícil que una persona sepa qué le gusta hacer más allá del trabajo porque pierden el contacto consigo mismos. Estamos rodeados de información que nos dice incluso cómo es el amor. Todo esto que señalo proviene de la psicología. Los artistas somos niños que sobrevivimos, seguimos haciendo lo que nos gusta. Si un niño hace lo que le gusta y le dices que no lo haga, lo va a hacer igual. La psicología señala que el paso de la niñez a la adultez está dado por el ocultamiento de la fantasía: ésta pasa a ser parte del mundo íntimo-mental de la persona y al no desplegarse, se traduce en represiones. Entonces, los artistas se siguen tirando al piso, hacen como si fueran niños y están a salvo de las opiniones ajenas ya que se les justifica por “ser artistas”. Tengo un amigo vestuarista al que le pregunto: “Juan, ¿está bien que use esto?, a lo que responde “Eres artista, los artistas pueden ponerse cualquier cosa y se verán bien”. Es lo mismo. Pienso que esto nos brinda una sanidad mental justamente porque no nos reprimimos respecto de las cosas que nos dan placer y disfrutamos de lo que para otros es excentricidad. Logramos conjugar ese universo de juego con el mundo adulto y las responsabilidades.
Actualmente las academias y los docentes son los grandes responsables de que los chicos piensen que se recibirán de Bellas Artes o Artes Visuales como artistas. No creo que las academias formen artistas, pese a que hay artistas que pasan por la academia. No comparto la fórmula de la fábrica de artistas porque, además, produce que el arte no esté en el arte hoy. Estas academias obsoletas llenan de frustración a toda una generación que podría estudiar otras carreras interesantes como diseño, publicidad o cine. Sería fundamental que los primeros años de la academia fueran duros para que los estudiantes pasen por varias experiencias que los formen para ser artistas, pero no ocurre por un tema de dinero, sobre todo en Chile. El artista que atravesó la academia sabe que se va a matar de hambre hasta que incorpore una cierta economía o viva generando proyectos.
Un artista no se define por su formación, puede ser autodidacta. Más bien, se define porque posee una mirada artística que está conectada con el sentimiento de que no puede abandonarse. No es posible escindirse de esa parte de uno, pese a que opine que no está bien. Ser artista implica sacrificios ya que vas a tener la muestra por la que luchaste tanto y al mismo tiempo no tendrás un peso para hacer el flete o enmarcar. También puedes lograr enmarcar tu obra completa y no vender nada, así que te endeudarás. Al final, lo único que te vuelve artista y te invita a realizar esos sacrificios es una fe —no religiosa— de que es lo que debes hacer.
Hay una gran confusión entre crear objetos artísticos y arte decorativo que ha existido siempre.
En mi infancia pasé mucho tiempo en cama, enferma, por lo que tuve que hallar formas para entretenerme. A través de la literatura aparecieron la imaginación, la fantasía, la creatividad, tejía un universo de relatos. Recuerdo que más tarde iba a visitar enfermos junto a mi abuela, una costumbre de mujeres grandes de una cierta clase social, es todo un mundo cuando uno es pequeño. No sabías a quien visitabas, pero te contaban su historia. Hay una directora que se llama Lucrecia Martel y que me recuerda estas historias, porque señala que sus películas provienen de los relatos de enfermos que escuchó. Es un universo increíble.
Tengo la idea de que todo viaje hay que capitalizarlo a nivel artístico. Si vas a algún lado, haces una residencia o visitas los museos. De hecho, cuando fuimos de vacaciones a Chiloé, pasamos al MAM, conversamos para hacer una residencia y arreglé una muestra para octubre. Está la parte de diversión, pero una tiene que hacer rendir la economía que estás movilizando, así que es trabajo de todas formas.
Las noches de los sábados que para muchos son de carrete, para mí son de taller. Mi pareja va a jugar fútbol, así que estos momentos de soledad los aprovecho para trabajar. Los domingos intentamos ir a la plaza y el resto es ordenar la casa, lavar la ropa, es decir, administración hogareña.
La maternidad significó preocuparme por el hecho de perder visibilidad en el mundo del arte. Así que inicié un proyecto que me facilitara el contacto fluido con artistas que consistió en la creación de una galería online donde no aparezco yo, sino que muestro los trabajos de otros artistas. Fue muy bueno porque se volvió una vía para no desaparecer. Me esforcé en encontrar algo para no dejarme llevar por la maternidad que tiene algo de seductora, te lleva y no te das cuenta. Dices: “Bueno, hoy no hago nada y me dedico a…”, sobre todo cuando son bebés. La maternidad me volvió mucho más efectiva, empleo mi tiempo de mejor forma. Una amiga me había dicho que ocurría y es real. Pienso que antes perdía un montón de tiempo y no me percataba.
Hago un esfuerzo por llevar a mi hija a donde sea que vaya. Gestiono las residencias para que sean madre-hija, si postulo a una beca busco que me acepten con un bebé. Lo mismo hice cuando estaba embarazada. A mis alumnas les comento que se debe realizar un ejercicio de visibilización de la maternidad en el arte porque si aparece una mujer con un bebé la suelen ver como un problema. Si una mujer hizo una tremenda muestra, llevó a su hijo al montaje o apareció con el padre en determinados momentos, ella hizo militancia de la visibilidad. Considero que está buenísimo porque nos abre el camino a todas.