Me llamo Alejandra Jiménez Castro, tengo 53 años, soy actriz de primer oficio y desde el año 95 me he dedicado a una organización que se llama El Circo del Mundo, el cual cumplió ahora 24 años. Soy directora ejecutiva y co fundadora; diplomada en pedagogía teatral y también en administración de organizaciones sin fines de lucro y egresada del Magister de Gestión Cultural de la Universidad de chile, en deuda con la tesis e intentando ponerme al día.
No había tenido ninguna experiencia similar a ésta, pude poner todo lo que hacía. Fue un poco triste porque me di cuenta que todo estaba súper vinculado al circo y estuve muy cansada. Estábamos en plena gira, entonces el fin de semana no hice nada. Sentí que fueron días que no contaban, pero luego me di cuenta que no pasa nada si estoy dos días en mi casa. Me impresionó que todo mi mundo gire en torno al circo, que tengo pocos espacios fuera de eso. Como estamos de gira casi no hay fines de semana, aunque soy consciente de ello. A mis amigos no los veo tanto como quisiera, mi mundo social no tiene tanto que ver con El circo del Mundo y eso es bueno para mí.
Los espacios de trabajo son diversos. El 80% diría que es en el circo. Hay un porcentaje que hago en mi casa, pero muy poco. Todo esto, sin contar los espacios de reuniones y cosas así que son muchos y están fuera del circo. El horario es complicado, yo trato que sea de nueve y media a siete, pero hay días que se expande y trabajamos de corrido. Hay fines de semana que tengo que viajar, entonces es variable. Justo esta semana fue súper floja porque nos dimos sándwich el lunes, pero la que registré en la bitácora fue muy complicada porque estaba el tema de las postulaciones con gira entre medio. Iniciaba la itinerancia nacional, con muchas reuniones de gestión para conseguir recursos.
El trabajo siempre involucra otras personas, trabajo con el equipo del Circo del Mundo y planificamos en conjunto, pero hay cosas que hago yo sola, los proyectos por ejemplo. Hemos aportado instalando el circo como un arte escénico en Chile, tenemos una labor importante en redes, entonces participamos de muchas cosas. Por ejemplo, yo era parte de un equipo ad honorem de la Ley de Artes Escénicas. Son cosas que quitan tiempo, independiente que lo hago porque quiero, nadie me obliga. Pero es pega, pura pega. Somos parte de la Unión Nacional de Artistas y de la Coalición Chilena para la Diversidad Cultural. Somos parte de varias redes. Colaboramos harto.
Si hubiera hecho este ejercicio hace veinte años atrás habría sido peor. El Circo del Mundo era mucho trabajo, mucho más, 24/7. Con el tiempo he ido poniendo límites a eso. Este ha sido un trabajo súper explícito y he tenido que comunicárselo a la gente, a mi familia, a mi equipo, a mí misma. Una toma de consciencia también. Entre medio me enfermé de un cáncer, hace siete años. Y este año tuve otro. Eso también me ha puesto en alerta.
Es una pega compleja porque tienes a cargo mucha gente, cuando la organización crece es una mochila enorme el conseguir los recursos y mantenerlo vivo. Si tú matas un proyecto tuyo, no pasa nada, sólo se entera tu círculo cercano. Pero esto es muy visible, lo siento pesado después de 24 años, mantenerlo es mucho esfuerzo. Este es un país complicado en relación al trabajo con el Estado, y con los privados es peor. Entonces claro, puse un límite al decir: “no me voy a morir en el intento”. También es una cosa de amor propio en que piensas que esto no te la puede ganar. Después de tanto tiempo, no tengo muy claro qué podría hacer si no fuera esto. Si mañana voy a buscar pega, no sé. Nunca he tenido un jefe, cosas tan básicas como esa. Probablemente me podría desempeñar en muchas cosas, pero en este momento fuera del Circo del Mundo, lo único que hago son clases.
Respecto a los cambios a nivel social, no sé, lo he pensado antes y creo que –por ejemplo– no he dejado que la tecnología implique involucrarse de manera diferente. Para mí es importante lo presencial, trabajamos con gente de todas las edades que entran y salen. Es relevante que estén ahí, que se vean y que se conozcan. Me ha costado eso con los sub 30, cuando contrato a alguien y quiere trabajar desde la casa, es difícil llegar a acuerdos, después es muy claro de porqué es importante lo presencial. Me ha pasado harto eso de que dicen que en la casa les cunde más, pero para mí es importante que se involucren. Ha sido una pelea, una lucha con la gente más joven sobre todo porque los viejos estamos ahí desde el inicio. Por ejemplo, ellos tienden a quedarse en la casa para terminar un Fondart. Yo me voy a instalar al circo, es al revés. Aviso a mi familia que voy a llegar muy tarde. Siempre intento trabajar ahí.
Hay cosas que se han optimizado, como las comunicaciones internacionales. Hace dos años tenía un proyecto regional y teníamos que contactarnos una vez a la semana con personas de Perú y Argentina, quedaba la embarrada por Skype. Ahora hay mejores plataformas, incluso Whatsapp funciona mucho mejor, más rápido. Mi primer Fondart fue a máquina de escribir el año 96. Había que entregarlo en papel. Y las cotizaciones tenían que ser firmadas. Pero en mi caso, no creo que las redes sociales hayan cambiado mucho mi relación con la pega.
El Circo del Mundo ha sido un espacio súper importante de aprendizaje, la mejor escuela en la que he estado. Ha ocupado un rol importante en mi vida, llevo 24 años ahí y tengo una hija de 27. Ella no recuerda su vida sin el Circo del Mundo, sobre todo los primeros diez años. Me esforcé mucho en términos de tiempo y dedicación, muchas veces no cumplí con la familia, no lograba llegar a todo. Después de los 15 años, empecé a entender que quería vivirlo de una manera distinta. Luego de separarme, luego de todas las crisis de adolescencia de mi hija, comprendí que hay cosas a las que no puedo ir, no puedo estar en todo. Hay un equipo que se encarga y si no voy, no pasa nada tampoco. No me arrepiento de nada, quizás si le hubiera dedicado menos tiempos habría pasado exactamente lo mismo, nunca voy a saber.
No sé porque sentía esa necesidad de dedicarle todo. Yo creo que también de apasionada. Soy actriz, artista. La idea de instalar un arte nuevo en el país fue un desafío enorme. Hacer la primera escuela de circo en Chile significó mucho. No hay otra, y no porque no hayan habido intentos, sino porque fracasan, es muy caro y la gestión es brutal. Creo que me he enfrentado a un desafío que me gusta, nadie me obligó, y yo soy una mujer muy disciplinada y perseverante. Confío en mí también, soy positiva. Pienso “Si esto no funciona, no importa siempre hay otra manera de hacer” y así. Siento que eso ha sido una capacidad importante.
Los sectores creativos están muy precarizados. Nosostros hemos hecho una gran inversión en El Circo del Mundo, pero ahora estamos en peligro porque hay una crisis económica terrible. Me ha ido pésimo en las gestiones que he hecho con el Estado y con los privados. Confío que saldremos adelante, quizás tendremos que achicarnos. Hay que seguir.
El Circo me ha hecho más tolerante al tener que relacionarme con personas diversas, con distintas edades y ámbitos socioculturales. También lo he pasado muy bien, siempre he encontrado un lado bueno de las cosas. Yo no sé El Circo del Mundo no existiera en mi vida tendría la capacidad de trabajar en equipo como la tengo, que es algo que tenemos todos los que trabajamos allí, creemos en el colectivo.
La recepción de la gente es muy determinante a la hora de evaluar un buen trabajo. Creo que para todos los que trabajamos en el circo siempre es importante la recepción de las personas, desde el público que ve un espectáculo hasta el niño que tiene una experiencia de circo. La llegada, la devolución, su opinión es vital. Hay una parte artística que nos motiva en cuanto al reconocimiento de tus pares, eso también te sostiene. El año 2017 nos dieron el premio “Agustín Sire” de la Academia Chilena de Bellas Artes, y eso fue algo hermoso, el reconocimiento de nuestro trabajo de tantos años. No sólo en el ámbito social y cultural, sino que desde lo artístico y creativo. Entonces se mezclan las dos cosas, por una parte el reconocimiento de la gente, y por otra, el de los pares.
Hemos tenido fracasos y hemos tenido pérdidas. Hemos fracasado con algunos niños. Se suicidó una niña que era parte de un programa social, y eso fue muy difícil. Hemos tenido crisis también. Gente que ha partido. No me siento a pensar qué pasó, o por qué pasó, o qué podría haber hecho para evitarlo. Si es muy terrible lloro un día y ya, a la mañana hay que seguir. No miro mucho para atrás. Pero vivo esos fracasos de manera personal. Ahora el circo tiene una crisis financiera terrible, y yo me siento responsable de eso. Aunque haya un equipo, yo soy la directora y el peso recae en mí. De a poco le he ido poniendo distancia a esa carga. Hoy, aunque esté la embarrada, igual soy capaz de ir al cumpleaños de una amiga, juntarme a comer con mi marido y mi hija. Hace diez años era mucho más apasionada e histriónica, me he ido calmando con el tiempo. Para subsistir también, si no, me habría dado un infarto o un aneurisma. Es mucha la emoción, como que siempre estás muy al borde, entonces estar todo el rato arriba de la pelota te pasa la cuenta, es agotador. Es mucha adrenalina y es loco porque se trata de un proyecto con circo donde el riesgo es permanente. Hay varios riesgos: el riesgo de la técnica misma, del arte del circo, de la persona que está en el trapecio y el que corremos nosotros al liderarlo.
El circo es un proyecto súper personal para mí y para todos los que estamos de hace más años. Como que uno pone sus anhelos ahí, sus sueños. Hace 20 años atrás, cuando empezamos a imaginar una escuela de artes circenses para Chile, y luego lo logras, es un desafío también. Nos ha costado hacer la posta, la idea de “ahora tú te haces cargo de todo esto”. No es tan sencillo. Como Circo del Mundo hemos tenido crisis. Éramos tres lo fundadores, y después quedamos dos y luego quedé sola. Como organización –y eso me gusta– traspasamos a las personas. Pero en el día a día, yo creo que también una no tiene que entregar una posta de todo lo que hace a una sola persona, eso es injusto también. Me encantaría entregar una posta súper decente: “esta es tu pega, en este horario”. Vas a tener eventualidades, pero esto es. Pero traspasar “todo” es algo que me parece hasta injusto, hay algo aún que aprender en la gestión, quizás cuando eso ocurra será una organización distinta a la de hoy.
En mi vida el trabajo político y el activismo ha sido una influencia importante. El compartir con otros en pos del desarrollo de algo más macro es significativo. El trabajo de la Ley de Artes Escénicas fue de cuatro años, donde de verdad nos sacamos la mugre. Nos llevamos pocas flores y hartas críticas del sector. Pero fue bonito el proceso de pensar algo que no tiene que ver contigo y que quizás tampoco lo vamos a disfrutar nosotros. Es algo que va a quedar en el tiempo, que debe mejorarse y que beneficiará a muchos. Me ha servido personalmente, y también al Circo. No lo hice con esa intención, pero después me voy dando cuenta que cuando estamos en esos espacios colaborativos El Circo del Mundo está ahí y es reconocido. Es importante la visibilidad que da ese tipo de colaboraciones, de trabajo.
Cuando partí hace mucho años, dejé de hacer teatro. En estos años he dejado muchas cosas por el circo y ha sido súper a consciencia. También no he aceptado muchas otras por quedarme en el circo. Cuando lo decidí, opté por una vida distinta. Obviamente lo que gano es bastante menos que en cualquier otro lugar con las mismas exigencias que tiene el circo. Si comparo mi sueldo con el de cualquier coordinador de proyecto, no creo que sea ni el 60%, pero también fue una decisión mía.
Hace años tuve una crisis. Pero no por plata, sino por capacidad. Pensé que no era nadie sin el circo, que no me podría separar profesionalmente de él. No pude identificar mis capacidades. Incluso postulé a una pega para ver si quedaba. Llegué a la terna, y entonces tuve que desistir porque no iba a tomarla, pero necesitaba medirme, como soy directora ejecutiva nadie me mide a mí. Fue una crisis intelectual.
Soy una agradecida porque he tenido una buena vida. No he pasado necesidades y el circo ha tenido buenos momentos y yo con él. Cuando elegí ser actriz ya estaba eligiendo una forma de vida distinta. Para mí siempre ha sido más importante regalarle a mi hija unas bonitas vacaciones que tener un súper auto. No soy apegada a la plata, en los momentos más apretados me endeudo y de a poco pago. Si tengo mil, gasto mil. Si tengo cien, vivo con cien. Y si me tengo que endeudar, lo hago sin que sea una pesadilla. Estoy acostumbrada a vivir así. He vivido y me he mantenido gracias al Circo del Mundo, pero también ha habido momentos en que he ganado cero, otros en que he pagado cosas. Por ejemplo, si hay que ir a una reunión a Argentina y el circo no tiene plata, pongo mi tarjeta y pago el pasaje porque hay que ir. Los artistas y trabajadores de la cultura somos los únicos que a veces pagamos por trabajar.
En el trabajo hay momentos muy creativos. El qué más me ha significado fue el imaginar la escuela de artes circenses, que lleva ocho generaciones de egresados. El proceso de pensar la escuela, el para qué, con quién, cómo, la malla curricular. Todo fue un proceso bonito y creativo, muy artístico. También cuando hemos hecho festivales y espectáculos, la Apertura del Festival de Viña, fue un desafío muy importante para todos. Creo que también me quedo ahí porque, independiente de la gestión, hay momentos súper creativos, de mucha creación y esos momentos se agradecen.
El lugar de ocio es estar en mi casa, comer algo rico, ver una película en Netflix. La vida social también califica, pero menos que hace cinco años atrás. Hoy es más importante tener un ratito en mi casa, poder llegar un día temprano, cocinar, tomarme un vino. Y claro, juntarme con mis amigos y amigas.
En los momentos de ocio aparece harto el trabajo, con pequeñas urgencias. Tengo un ejercicio para salvar mi familia, que es poner el Whatsapp en silencio. Si no, estaría todo el rato sonando. Y bueno, también la gente lo hace aparecer cuando preguntan respecto al Circo.
Yo pertenezco a una generación que no valora mucho el ocio. No me enorgullezco de eso, al contrario. Para mí es un trabajo pensar en el ocio como un valor agregado y no como tiempo de vagancia. Es heavy, creo que es un tema generacional. Tengo en la cabeza a mi papá diciéndome: “Ay, pero que ociosa”. Entonces claro que es un trabajo, yo no planifico tiempo de ocio para mí, me cuesta. Por ejemplo, mientras esperaba la entrevista le escribí un whatsapp a mi marido para decirle que me tomé libre el día de su cumpleaños para hacer algo rico. Ese es un ejercicio que logré hacer recién a los 53 años y eso tuvo sus costos a nivel familiar. Tuve un primer matrimonio que fracasó y eso fue una alerta. Quiero que ahora las cosas sean distintas. Hoy pienso que el ocio es algo positivo, pero no importante.
Como en el campo cultural uno realiza una pega que significa tiempo de ocio para otros, las cosas se mezclan un poco. Mientras todos disfrutan, uno está trabajando y eso lo tengo muy arraigado. Por ejemplo, durante muchos años, para el 18 de septiembre trabajamos durante todo el día con el Circo del Mundo. Y cuando no nos ha tocado, me he deprimido. El año pasado no tuvimos pega y yo estaba amargada comiéndome una empanada con mi familia porque extrañaba el 18 trabajado. Creo que tiene que ver con el rol social de tu trabajo cultural.
La maternidad me costó en relación al trabajo. Tengo una hija y no tuve otra porque así lo decidí. No tenía tiempo para tener otro hijo y ya sentía culpa al no llegar a las reuniones de apoderados, no acostar a mi hija, a veces no tener vacaciones, andar con ella colgando en las funciones, dejarla a los nueve meses en la sala cuna. También esta decisión me significó culpa. Y eso se lleva en el corazón. Ya tiene 27 años y yo todavía le pido perdón por todos los momentos que no llegué, que no jugué. Pero una elige, he tenido la suerte y el privilegio de elegir.
Respecto a la idea de retiro o jubilación estoy jodida. No tengo esa posibilidad en términos financieros. De la AFP te mandan tu perfil que proyecta una pensión de noventa lucas, es imposible vivir con esa pensión. Y también anímicamente e intelectualmente no podría retirarme. Tengo amigos que se imaginan viviendo en la playa, pero yo ni siquiera quiero ir los fines de semana. No me pienso retirada, no pasa por mi cabeza desde ningún ámbito ni tampoco es una preocupación porque sé que voy a trabajar hasta el último de mis días.